jueves, 5 de abril de 2012

Csak egy kicsit tudok magyarul

Amigos! Han pasado dos semanas desde mi último post y, contestando la pregunta de varios de ustedes: No, no me han deportado sino que estas dos semanas fueron las más intensas del viaje, demasiado para hacer en poco tiempo, muchos festejos por mi cumpleaños (siempre mi cumple, pero festejado varias veces en distintas ciudades), turisteando y bueno, también hay que dormir. Recién ahora tengo unos pocos minutos para seguir relatando mi viaje.
Luego de Lituania tuve que regresar una semana a Hungría para cerrar unos temas pendientes (léase recuperar un mate, bombilla, termo y paquete de yerba que dejé allí). Tomé un vuelo de LOT, la aerolínea Polaca y volé hacia Budapest, realizando una escala en Varsovia, donde aproveché a escribir las primeras líneas del post “Un poco de meditación y más gastronomía madrileña”. Un vuelo sin problemas ni demora que si bien no era “low cost” (más bien todo lo contrario) no me dieron ni un sándwich por lo que al llegar a Budapest solo podía pensar en comer alguno de esos platos que tanto me habían enamorado 8 meses atrás.
No les voy a contar en detalle toda mi semana allí porque básicamente lo que hice fue encontrarme con amigos, dar vueltas por la ciudad, el castillo, comer comidas típicas (como los alucinantes kürtőskalács hagan click acá para ver en un video como lo hacen) y visitar algún que otro lugar que me había quedado pendiente del año pasado. Bueno, y como dije, también recuperar mi equipo de mate, por supuesto. Esto me llevó a visitar por unas horas la ciudad de Jászberény, donde estuve viviendo casi 6 meses el año pasado. Muchos de ustedes me preguntaron como era la ciudad, que se siente vivir allí y todas estas preguntas estaban respondidas en un borrador del año pasado de este blog que nunca salió a la luz por una razón o por otra. Así que voy a desempolvar esas líneas, completar un poco la información y agregarle las sensaciones de ésta última visita. El post original (escrito más o menos en marzo de 2011) decía algo así:

Con mi valija y mis dos mochilas llegué a Londres sin tener bien claro que iba a hacer mientras buscaba trabajo, ni donde iba a vivir ni con quién. Las cosas se fueron acomodando lentamente, como habrán estado leyendo, y al cabo de una serie de entrevistas me fui dando cuenta de lo que NO quería y al mismo tiempo fui conociendo gente nueva, con diferentes ideas y puntos de vista que me enriquecieron de formas que jamás hubiera logrado quedándome en mi casa mirando la vida pasar por la ventana.
Un día recibí un llamado que me proponía un proyecto corto en Hungría, en Budapest. A esa altura ya estaba un poco cansado de viajar (nota de abril 2012: ya estaba cansado en ese momento, imaginen ahora…), necesitaba la estabilidad de un trabajo, una pequeña rutina como de la que escapé en Buenos Aires, pero que al mismo tiempo alimentara un poco el bolsillo para seguir viajando cuando volvieran las ganas. Para serles sinceros, nunca supe mucho de Hungría, pero lo poco que sabía me interesaba así que en ese mismo momento acepté el trabajo, compré el pasaje aéreo y el fin de semana siguiente estaba sufriendo los eventos relatados acá y acá.


Al llegar a Hungría, el taxista en lugar de conducir hacia la ciudad, tomó la autopista en dirección oeste. Por suerte el conductor hablaba algo de inglés y cuando le pregunté hacia a donde íbamos, me mostró una dirección escrita en la ciudad de Jászberény. Así de sorprendido me quedé. Desde ese mismo momento, y por lo menos por tres meses dejaría de lado las grandes urbes como Buenos Aires o Londres para empezar a vivir en una pequeña aldea en el medio del campo húngaro. Pero en fin….si recuerdan todo lo que me tocó vivir ese fatídico domingo, el cansancio me ganaba la pulseada y me quedé dormido en el taxi.
Ahora a casi tres meses haber llegado a esta ciudad, creo que es el momento oportuno de hacer una pequeña reseña, por si en algún momento de sus vidas vienen a parar acá; evento altamente improbable ya que la ciudad tiene muy poco que ofrecer para los turistas.
Jászberény (la pronunciación sería algo como “iaasbereeñ”) es una diminuta ciudad del condado Jász-Nagykun-Szolnok en el centro de Hungría. Está a unos 100 km de Budapest y las ciudades importantes que están cerca son Hatvan y Szolnok. Cuando empecé a aprender los números en húngaro me di cuenta que hatvan significa 60 y esto no es casualidad, la estación de tren de Hatvan está exactamente a 60 km de la estación central de Budapest (Keleti). Un nombre muy original como podrán apreciar.
La ciudad fue fundada alrededor del sigo 13 por una tribu que provenía de Irán llamados los “Jász”. El húngaro es el quinto idioma más difícil de aprender en el mundo por los tiempos verbales que tiene, las formas de armar las oraciones, los mil quinientos sinónimos que existen y porque no se parece en nada al resto de los idiomas en el planeta. Los asentamientos en Hungría provinieron del centro de Asia por lo que hoy en día solamente se pueden encontrar palabras similares en un idioma hablado por los Kazahs, una tribu turca que vive por la zona de los países asiáticos que terminan en “…tán”. De yapa, un video mío hablando en húngaro (nota abril 2012: el vídeo es de febrero de 2011, mi húngaro ha mejorado considerablemente…o eso quiero creer):



El pueblito en cuestión tiene solamente 28.000 habitantes que desaparecen alrededor de las 19 horas, como pueden ver en el siguiente video:




Durante el gobierno de los Habsburgos la gente local tenía que pagar altísimos impuestos a Austria, por lo que decidieron unirse para lograr su independencia por medio del “Acto de redención”. Durante los años comunistas se construyó una cárcel en el centro de la ciudad que ahora ha sido remodelada y alberga varios negocios y un centro de fitness (al que voy yo) llamado börtönudvar (Börtön = cárcel, nudvar = patio). Así es, entreno donde antes entrenaban los reclusos anticomunistas. 

En el centro de la ciudad, en frente a la ex-prisión se encuentra la iglesia principal,  “la grande” como la llaman los locales o “la ruidosa” como la apodamos cariñosamente los del laburo. Tiene un molesto carillón que toca siempre la misma canción al dar la hora y la media hora. Lo peor de todo esto es que dura unos 5 minutos y la iglesia está a sólo 40 metros lineales de mi hotel. Por suerte este instrumento diabólico, irónicamente situado en la casa de Dios, deja de tocar alrededor de las 22 horas lo que nos permite dormir, pero arranca nuevamente a las 6:30 am! Y yo no necesito despertarme hasta las 7:15!! La mayoría simplemente se resignó y se levantan a las 6:30, salen a dar una vuelta, leer las noticias, desayunar con más tiempo, etc etc. Imagínense como será del ruido que se escucha desde la oficina a 4 km, si el viento sopla para ese lado.

Frente a la iglesia está la escuela secundaria llamada Lehel. En realidad, todo se llama Lehel en esta ciudad. Las calles, puentes, negocios, escuelas, fábricas, etc. Lehel fue el líder de una tribu que vivió por allí hace unos mil años. Hay una leyenda relacionada con él. Resulta que en algún momento de la historia los alemanes se enfrentaron con los húngaros y luego de capturar a Lehel, lo condenaron a muerte. Antes de la ejecución, le concedieron al hombre un último deseo. Lehel pidió su cuerno para hacerlo sonar por última vez. Le alcanzaron el instrumento y cuando estaba preparándose para tocarlo, se lo arrojó a su captor en la cabeza y lo mató de un cuernazo. Los guardias procedieron a ejecutar a Lehel en el acto. Esto lo hizo porque entre ellos estaba la creencia de que si matan a alguien, esa otra persona será su sirviente en la próxima vida. El cuerno original de ésta leyenda (sí, dicen que es el original) está expuesto en el museo de la ciudad al que algún día voy a visitar (Nota de abril 2012: nunca fui, jaja).
Si bien es pequeña, la ciudad es importante para los húngaros, y casi toda la gente de otras ciudades con la que charlo la conoce. No se exactamente porqué, quizás es por el festival que se realiza en verano, por la fábrica en la que yo trabajo o porque según cuenta la leyenda, los restos de Attila el Huno están en algún lugar de esta ciudad.
La ciudad vive casi en su totalidad de la fábrica en la que yo trabajo, y los que no trabajan directamente allí lo hacen indirectamente brindando servicios a los miles de trabajadores de la planta. Muy poca gente tiene actividades no relacionadas con esto y en su mayoría se concentran en actividades rurales, ya que la ciudad, como pueden ver en las fotos está rodeada de campos. Además de campos hay unas lagunas así que apenas empezó a asomarse la primavera, pedí prestada una bicicleta en el hotel, empaqué el mate en mi mejor compañera y me fui a tomar unos matecitos al costado del agua.

(De aquí en adelante, escrito en abril 2012)

La vida acá tiene otro ritmo. La gente se levanta bien temprano, van caminando o en bicicleta a sus trabajos (aunque todos tienen auto para huir de la aldea cuando se aburren), los colectivos urbanos casi no existen. Apenas vuelven de trabajar en la fábrica (a eso de las 7 pm) comen una cena y a las 10 pm ya están en la cama. Como creo que ya les conté, esto implica que después de las 8 pm aproximadamente los restaurantes cierran las cocinas y solamente sirven bebidas, por lo que los primeros días que fui al gimnasio sin ser conciente de esto tuve que cenar un yogurt y un paquete de galletitas comprados en el negocio de 24 hs.
Casi no hay vida nocturna. La gente se concentra en los “söröző”. Sör significa cerveza así que la traducción sería “lugar donde venden cerveza”. La onda de estos lugares es mínima, la gente va más que nada para emborracharse, la birra es bastante barata. Yo fui sólo a dos. Uno que tenía cierto ambiente setentoso, como tomado de alguna película yanqui en el que el pobre protagonista se pierde en algún pueblo de Omaha. Sin embargo parece que no era muy popular entre los locales ya que cerró al poco tiempo. Luego fui a otro ubicado en un sótano de una casa, que le daba una onda clandestina, donde el dueño de casa iba a buscar las bebidas a su propia heladera. Había un metegol y una rock-ola pero no me motivaron lo suficiente como para regresar.


Lo más divertido que hice en las noches de invierno (cuando todo solía estar cubierto de nieve) era ir al supermercado de 24 horas ubicado en las afueras de la ciudad, dar un pequeño paseo por adentro para acumular calor entre la campera y la piel, comprar una cerveza y tomarla afuera, al aire libre, enterrándola de vez en cuando en la nieve para que conservara el frío como si fuera necesario, mirando a las estrellas y pensando que estaría pasando en ese mismo momento en Buenos Aires.
Si bien al principio fue difícil adaptarme a éste nuevo de vida, eventualmente lo hice y a aprendí a disfrutarlo. Llegué a no extrañar tanto la gran ciudad que había dejado atrás, sobre todo cuando llegaron la primavera y el verano en los que esa fría y desértica aldea que ven en el video se convirtió en un pueblo lleno de vida, con gente colmando los cafés, heladerías y formando colas de autos en los semáforos, como si todos sus habitantes hubieran terminado de hibernar.
Al regresar este año todavía la primavera no se hacía sentir del todo y recordé las sensaciones de los primeros días, que por el sólo hecho de haber pasado hace bastante tiempo (más de una año ya), movieron un poco el corazoncito de éste Argento que les escribe. Preparé un video con el momento exacto en el que llegué a la ciudad, para que la vean con sus propios ojos como la veía yo todos los días al volver del trabajo. Espero que les guste:

No hay comentarios:

Publicar un comentario