miércoles, 26 de enero de 2011

Costumbres Argentinas


Cuando planificamos un viaje por nuestra cuenta creo que una de las preguntas que más nos hacemos es “¿Cuántos días debería ir?” o “¿Con cuantos días alcanza?”. La respuesta nunca es fácil y se responde con otra pregunta “¿que queremos alcanzar?”. ¿Visitar dos horas un pueblo nos da el derecho de decir “yo conozco ese lugar”?. Algunos dirán “Y…depende del tamaño del pueblo y de lo que tenga para ofrecer”.
Durante mis días por Europa conocí varios viajeros, cada uno con distintas expectativas de su viaje y de la vida en general y a todos les hice la misma pregunta: “¿Cuándo considerás que conocés un lugar?”. Lo más gracioso de todo esto es que me decían “Ahh…pero que pregunta pelotuda….bueno….conoces un lugar bien cuando….” Y ahí se quedaban. La mayoría se conforma con visitar los principales lugares turísticos que la ciudad tiene para ofrecer. Unos cuantos me dijeron que tratan de ver y sentir como viven los locales, tratan de mezclarse con ellos. Otros que sienten que conocen un lugar cuando se terminan aburriendo y les dan ganas de irse a otro lado

La respuesta sin lugar a dudas no es sencilla y en este blog no van a encontrar una fórmula mágica para planificar sus próximas vacaciones. La respuesta está en cada uno de nosotros. Conozco gente que viene a Europa por un mes y visita 20 ciudades, estando entre nada y 2 días en cada una. Seguramente así no conocés nada en profundidad, tenés un vago recuerdo de lo que viste y quizás algún souvenir si tuviste tiempo de comprar algo. Esa gente es feliz así porque piensa que maximiza su viaje y me parece genial. Después tenés el otro extremo, conocí una persona viviendo desde hace 15 años vive en Londres que me dice “No la termino de conocer, siempre hay algo nuevo”. Y si…el que busca encuentra, si estás convencido de que cada día vas a encontrar algo distinto, sin dudas lo vas a hacer. En Londres, en Buenos Aires o en dónde sea.

La respuesta más interesante me la dieron hace un mes aproximadamente. Compartiendo un café en Budapest con alguien que había conocido el día anterior disparé la misma pregunta. Lo bueno de moverse y conocer gente nueva cada día es que les podés hacer las mismas preguntas sin parecer un estúpido que siempre habla de lo mismo. Y uno va ganando más y más experiencia con cada conversación, como en la película Goundhog Day. Empecé preguntando que tenía que visitar y/o hacer en Budapest para considerar que la conozco, y la conversación derivó en el ya mencionado “¿Cuándo considerás que conocés a fondo un lugar?”. Esta persona pensó 10 segundos y me contestó algo así como “No pienses demasiado en eso, creo que no hay una mejor forma de conocer un lugar, nunca se va a conocer a fondo. Trato de disfrutar al máximo el tiempo que estoy ahí y listo”.

Palabras muy sabias. Terminó de cerrar lo que más o menos venía pensando. Creo que lo que fui aprendiendo podría resumirse como: Al visitar un lugar nuevo en un tiempo limitado, conviene ir a los lugares más ‘atractivos turísticamente’. Si la cosa se pone aburrida, tratar de ir a los lugares no tan turísticos donde va la gente común para intentar entender como viven ellos el día. Aprender las frases básicas del idioma. Salir por la noche a los clubs más concurridos (practicando un poco las frases aprendidas) a envenenarse con la bebida alcohólica típica (o más pedida por los locales). Y por supuesto, lo más importante de todo y que se hace a lo largo de toda la visita, entender la cultura del pueblo, quienes son, de donde viene y que quieren. Que aman y que odian. En que creen. Cuáles son sus costumbres.
Según Wikipedia, una costumbre es una “práctica social arraigada”, es algo que la mayoría de la gente hace y que podemos esperar presenciar cuando visitamos un lugar en particular. Dénse cuenta que ver estas prácticas es uno de los aspectos más ricos de un viaje, es lo que de alguna forma le da sentido. ¿Vale la pena viajar miles de kilómetros para hacer, ver, sentir, comer, oler y oír lo mismo que en casa? Sin lugar a dudas, no.

El shock cultural más grande lo sufrí en septiembre de 2009 durante el viaje a la India. Los lectores de ese blog saben de lo que hablo. Los que no, es hora de entrar: http://mi-viaje-a-la-india.blogspot.com/. Presenciar el festival del Durga Puja, ver las decoraciones y los bailes típicos, hablar con la gente local y el haber podido entrar a los templos durante ésta época festiva, para mi fue uno de los factores más positivos del viaje que le restó importancia a mis reiterados sucesos de mala suerte y a la imposibilidad de digerir la comida local.

Mientras escribo éstas palabras, un húngaro sentado al lado mío estornudó. El polaco que tengo en frente le dice algo como “Na zdrowie”, el alemán de la otra punta grita “Gesundheit!” y para no quedarme atrás le digo “Salud” (palabra que también la decimos para brindar, no?). En húngaro se dice “egészségedre” (pronunciación), la misma palabra usada para brindar. Es increíble como dos pueblos tan distintos (Húngaros y españoles) usan la misma palabra con el mismo doble significado. Y no somos los únicos. Sin embargo, en otros lugares del mundo como ser en Inglaterra, para brindar se dice “Cheers” también utilizable para despedirse de una persona. Cuando alguien estornuda se le suele desear que “Dios lo bendiga” (God bless you), es una costumbre que se fue fijando porque pensaban que el Diablo vive en el interior de las personas y el estornudo es un signo de que está un poco encabronado y con ganas de salir.

Otra costumbre interesante es que antes de lanzarnos frente a un plato de comida, solemos decir “Buen provecho”, traducible sencillamente a la mayoría de los lenguajes latinos: Buon appetito, Bom apetite, Bon appétit, etc etc. Sin embargo, no existe una traducción literal al inglés. Esto demuestra claramente quienes saben disfrutar de una comida y quienes no, hecho mundiamente conocido. Ya les dije en varias oportunidades que la comida en Inglaterra es realmente mala, en atractivo, calidad y sabor. En Inglaterra si querés ser cordial podés llegar a tirar un “Enjoy your meal” pero no es lo mismo, no es requisito y no marca ninguna diferencia.

Costumbres hay de todo tipo y para la gente ajena a ellas pueden parecer raras, locas, desubicadas y totalmente aberrantes. Ya les comenté un poco sobre el hábito que tiene la gente de Edimburgo de visitar los cementerios y hacer ahí de todo (si, de TODO). Cuando vayan a esta ciudad investiguen sobre la historia del Bobby. El dueño de este perrito murió cuando tenía dos años y el can se pasó toda su vida sobre su tumba. La gente lo alimentaba y le daba abrigo durante los meses de invierno. Eventualmente murió a 14 años después. La intención fue enterrarlo junto con el dueño, pero no se pueden enterrar animales en un cementerio humano, así que lo enterraron justo después de la entrada al cementerio, considerando de alguna forma que esa no era un “área sagrada”. El Bobby se convirtió en un ícono nacional, tiene su propio bar, estatuas, postales, remeras y es costumbre ir a visitarlo a su tumba regularmente.

Hablando de Edimburgo y de costumbres raras, no se olviden de que ahí los hombres usan polleras. Conocí un escocés en The Cavern (Liverpool) que me decía que se sentía súper orgulloso de vestir su pollera y de no llevar absolutamente nada abajo aunque no debía ser del todo cierto porque no la tenía puesta en ese momento y podría ser la excusa ideal para encarar chicas. O sea, todo bien con la pollera, me parece súper masculina, pero no llevar nada abajo con el frío que hace en Edimburgo…me parece poco práctico.
Con respecto a Inglaterra creo que lo más distintivo que me tocó vivir fue la fiesta de Guy Fawkes.
Cuando me enteré que tendría que venir a Hungría, entre las mil cosas que tuve que hacer decidí aprender un poco del idioma. Entré a un par de páginas para iniciarme en el idioma y sentirme más seguro al llegar. En ese momento me di cuenta que sería una misión imposible y que no importaba cuantas veces leyera o escuchara como decir algo, la información se autodestruía de mi cerebro a los 5 segundos. Este idioma merece un post separado, no voy a profundizar en esto ahora. Navegando en Internet, buscando más información, llegué a una página sobre las “buenas costumbres” en Hungría.

Me causó mucha gracia porque decía “los húngaros se saludan con 2 besos, uno en cada mejilla siempre y cuando uno de las dos personas sea una mujer. Sino, es costumbre saludar a cada una de las personas presentes con un apretón de manos no muy fuerte y siempre mirando a los ojos de la otra persona. Negarse a dar la mano es algo muy ofensivo. Se puede llegar a zafar diciendo que nos acabamos de lavar las manos o algo similar”. Al margen de lo antisocial que me resultó este último comentario, fue bastante cómico el relato detallado de cómo dar la mano.
Lo subestimé. Créanlo o no, es una costumbre que acá se respeta. Llegan a la mañana a la oficina y todos van uno por uno dándose la mano. Como mi trabajo es pseudo-esclavo yo soy el primero en llegar y el último en irse no hay nadie cuando lleno ni me voy así que no necesito acatar el protocolo de apretones. Pero en el gimnasio, se te acercan y si estás en el medio de un ejercicio tenés que parar, sacarte el guante derecho, secarte la mano y darle la mano. Recordando siempre no apretar, no realizar ningún movimiento y mantener el contacto visual.


Pero el título del post es “Costumbres Argentinas”. Cuando viajamos por el mundo nosotros no sólo recibimos sino que damos. En el mismo momento que aprendemos de lo que vivimos y de lo que hablamos con los locales, ellos aprenden de nosotros, en especial en éstas “aldeas” como en la que me toca vivir, donde no es común ver o hablar con un extranjero. Todos me preguntan del país, que idioma hablamos, que hacemos, de que vivimos, que comemos, como vivimos, que tomamos, que pensamos y que carajo hago tan lejos de casa. Se ponen locos cuando prueban un mate o cuando les cuento sobre el ritual de un asado.

Esto no termina ahí, también aprenden de nosotros por lo que ven, lo que me lleva a contar una anécdota genial. Como les acabo de contar, estoy encerrado en la oficina 11 horas. Tenemos un transporte que nos pasa a buscar a las 8 am por el hotel y luego nos lleva de vuelta a las 7 pm. Cuando llego al hotel, me cambio y voy corriendo al gimnasio. No tengo nada de tiempo para merendar e ir con el estómago vacío al gimnasio equivale a un rendimiento paupérrimo. Por lo que necesito comer un yogur o algo alrededor de las 5 de la tarde, ya que comer lácteos e inmediatamente después hacer ejercicio supuestamente es malo. En fin...dos horas antes de entrenar tengo entendido que ésta bien.

En la planta hay un kiosco donde puedo comprar el yogur, pero cierra a las 3:30 pm (si…los horarios de atención en este país son ridículos). Necesito alguna forma de conservar el yogur en óptimas condiciones nutricionales desde las 3:30 pm hasta las 5 pm. No tengo heladera en mi piso….ideas?? Algunos dirán “Comételo a las 3:30, no hinches las pelotas y liquidá el post”. Si lo como a esa hora, a las 7 de la tarde me muero de hambre de nuevo. Evalué todas las opciones y se me ocurrió que como hace más frío al aire libre que en una heladera misma, podía comprar el yogur 3:30, ir a mi oficina del octavo piso, abrir la ventana, poner el yogur en la pared exterior y esperar hasta las 5 pm.


Todo funcionó según lo planeado. Mis compañeros de laburo húngaros se reían un poco pero cuando les expliqué el porque admitieron que era una buena solución al problema. Hasta que un día puse el yogur afuera y por alguna razón aún no determinada, cuando cerré la ventana presencié que al igual que los pingüinos y las gallinas, los yogures no vuelan. Se suicidó tirándose desde el octavo piso y encontrando su frío final contra el hielo. Yo solo llegué a decir “Ups…” Justo ese día la oficina estaba llena. Imagínense como se cagaron todos de risa. En fin…todos nos mandamos una cagada de vez en cuando. Pero lo mejor fue cuando vino uno de los pibes y me comentó que uno de mis compañeros, que no había estado presente cuando expliqué porque dejaba el yogur afuera le había dicho “Que costumbres raras que tienen estos Argentos, teniendo un tacho de basura al lado tira el yogur por la ventana”.

Nota: Las últimas cinco fotos no son de mi autoría

domingo, 16 de enero de 2011

Think Left

Además del idioma, un par de consecuencias de que Argentina haya sido colonizada por los españoles y no por los británicos es que nuestras ciudades están organizadas en cuadrículas y que manejemos por la derecha. Esto ya lo saben y les aseguro que aunque se preparen mentalmente antes de hacer un viaje a las islas británicas o a cualquiera de sus actuales o ex colonias se necesitan varios días para acostumbrarse o mejor dicho aceptarlo y un extremo cuidado durante las primeras horas como peatón en cualquier ciudad importante, como puede ser Londres.

Pero, ¿de dónde viene esta norma? ¿Quién estableció de que lado se circula y porqué en algunos países es distinto? Siéntense porque acá viene la respuesta. Todo empezó varios siglos atrás, cuando todavía no existían los autos y los caballeros se desplazaban a caballo. En esa época aparentemente era usual encontrarte a mitad de camino con alguien que te debía dinero o que te había difamado en público y se producían duelos ahí mismo, en la calle, en el mismísimo instante en que se cruzaban. “O me devuelves mis 2 peniques o te las verás con el acero de mi espada”.

Como la mayoría de la gente es y siempre fue diestra y el objetivo era asestar el golpe lo más rápido posible, cuando el caballero divisaba a otro a la distancia tomaba su espada para tenerla lista por las dudas. Es natural suponer que por esta razón circulaban por la izquierda, para que su posible adversario se vea obligado a pasar por su derecha y esté a la merced de sus armas. Por supuesto que la otra persona está pensando exactamente lo mismo y por eso también mantiene su izquierda. Esto se fue haciendo costumbre y aunque los tiempos dejaron de ser tan violentos (al menos eso dicen) y las formas de transporte fueron evolucionando, en el gran Imperio Británico se mantuvo esta norma.

Pero la historia no termina ahí. Resulta que el eterno enemigo de los ingleses, Napoleón Bonaparte, era zurdo y prefería moverse por la derecha de los caminos para defenderse, siguiendo el mismo principio anterior. Obviamente que sus tropas hacían exactamente lo mismo y este hecho fue el que desencadenó que en Francia y luego más tarde en el resto de Europa, el sentido de circulación fuera por la derecha. En América se respetaron los sentidos de circulación según la nación colonizadora, pero EEUU al declarar su independencia decidió adoptar la derecha para distanciarse y diferenciarse aún más de Inglaterra. Hay más casos específicos en el resto del mundo pero no tienen nada que ver con este blog.


Londres está organizada en councils bastante amplios, pero la gente no dice “Vamos a Lambeth”, sinó que son más específicos y a la hora de juntarse definen un área más limitada generalmente designada por la estación de underground más cercana. Yo les explico esto porque hasta el 7 de octubre estaba acostumbrado a que cuando me quería encontrar con alguien le daba una dirección o una intersección de calles. En Londres no. Decís “Nos vemos a la 1 en Westminster”. Y si preguntas “Ok…pero dónde más específicamente??” te miran raro. Y si, hay tantas estaciones de underground que dando esa indicación es más que suficiente.




Los nombres de las calles son realmente muy confusos por lo que la utilización de landmarks es imperativa. Por ejemplo, cerca del barrio donde vivía hay una estación llamada Vauxhall. Acá convergen buses, trenes y underground. Es un punto importante en el sudeste de Londres. Alrededor de la estación se encuentran las siguientes calles: “Vauxhall Street”, “Vauxhall Bridge Road”, “Vauxhall Grove” y seguramente alguna otra. Como se darán cuenta, es bastante fácil perderse. No es el único ejemplo, alrededor de las estaciones importantes las calles se llaman de la misma forma pero agregando el “street”, “place”, “lane” o whatever. Mi recomendación, mapa y paciencia o GPS.


Como ya les dije, las ciudades no están organizadas en cuadrículas sino que todas las calles son más o menos diagonales y las plazas tienden a ser triángulos. O sea que tenés una camino principal y uno que sale en forma oblicua (acá se forma la plaza triangular) hacia algún otro lado de la ciudad, generalmente otra plaza triangular con una estación de underground. Por eso es que es tan fácil moverse en Londres. Imagínense que es una ciudad llena de grandes triángulos, unidos por caminos que van a los triángulos más cercanos con triángulos más chicos en el medio. Además el nombre de las calles que unen esos triángulos generalmente lleva el nombre de uno de esos dos triángulos.

Pero ojo, Londres también puede ser una trampa mortal para los turistas desprevenidos. Para cruzar la calle supuestamente tenés que apretar un botón que hace que en algún momento el semáforo se ponga en rojo para los vehículos y te da el paso por unos escasos segundos. Esto es algo que todavía no terminé de entender, porque si no apretás el botón, el semáforo de todas formas se cierra para los autos y vos podés cruzar. Por curiosidad (y falta de algo importante para hacer) me detuve a observar si apretando el botón disminuía el tiempo de espera para los peatones, pero no. Es exactamente lo mismo. Alguna diferencia tiene que haber, tema pendiente.

El problema es que casi todas las calles son de doble mano, diagonales, los ingleses manejan como locos y para peor antes de dar el primer paso miramos instintivamente hacia el lado equivocado. Mezclen estos cuatro ingredientes y van a obtener algo difícil de digerir. Para nuestro alivio, los ingleses se dieron cuenta que los turistas muertos no gastan dinero así que decidieron escribir en la calle “Look Left” o “Look Right” para darnos una mano o “Look both ways” cuando el tránsito es un reverendo quilombo y los autos te pueden venir hasta desde arriba. Mi recomendación: siempre mirar para los dos lados y cruzar lo más rápido posible porque les aseguro que los autos aparecen de cualquier lado. Además que esperar a que el semáforo nos de la luz verde para cruzar es un embole y cruzar en rojo va en contra de la ley. Si algún azul nos ve puede llegar a multarnos, pero si cruzamos corriendo ya tenemos un impulso de ventaja y podríamos llegar a zafar más fácilmente de nuestra falta.

El transporte en Londres es “completo”. Decidí usar esa palabra porque considero que es la que mejor lo describe. La página de Internet (http://www.tfl.gov.uk/) tiene unificada toda la información de trenes, subterráneos y buses. Podés saber exactamente la frecuencia de cada bus a la hora que a vos te interesa. Tenés un estado online de las demoras en cada punto de la ciudad y las líneas de underground que no están funcionando. Pero como recordarán en el post sobre mi recurrente mala suerte, el underground fue el culpable de que por poco llegara tarde a mi primer día de trabajo. En teoría debería ser excelente, pero en hora pico es imposible moverse en bus, siempre hay alguna línea de subte que no funciona, en especial durante los fines de semana y para peor hacen paro bastante seguido.

Les comenté ya en algún post que el Tube es carísimo y la mejor opción para turistas ratas es el travel card semanal para los buses. La compran el primer día y después se olvidan y tienen la ilusión de que están viajando gratis, solamente apoyan la billetera en el lector y listo. Si toman una línea que pase por varios lugares turísticos pueden sentarse cómodamente en el piso superior y sacar fotos desde una posición privilegiada. El servicio de buses es bastante eficiente y ubicarse es bastante sencillo, una vez que le agarran la mano. Cada zona tiene varias paradas asociadas. Por ejemplo, si están en Victoria, en cada parada tienen un mapa de esa zona con todas las paradas de buses, la letra que identifica a cada una de ellas y los buses que pasan por ellos. Con un mínimo sentido de la orientación, solamente necesitan saber donde están y a donde van.

Con respecto a las paradas, van a tener un único problema. Más de una vez van a estar esperando el bondi, contando los minutos, puteando y preguntándole a todo el mundo si esa es la parada correcta. Antes de rendirse e ir a buscar una alternativa hagan los siguiente: miren hacia el otro lado, jaja. Una vez estuve esperando como media hora y mi bus no venía. La verdad es que el bus pasó varias veces, pero yo estaba mirando hacia la izquierda, pensando en otra cosa y esperando que apareciera mi número. No es instintivo, ríanse hoy si quieren pero les aseguro que les va a pasar, más que nada si tienen la cabeza en otra.

La última recomendación de este post es: si van a viajar a Reino Unido, cuiden su brazo izquierdo. Como la mayoría sabrá, tuve un pequeño accidente practicando deportes de riesgo antes de viajar y me vi obligado a comenzar mi viaje con un brazo medio quebrado. Una muchacha en mi fiesta de despedida se reía de mí diciendo “¿Cómo vas a parar el colectivo? Tenés que usar el brazo izquierdo”. En su momento me reí, pero tenía razón! Tuve que parar a todos los bondis de costado levantando el brazo derecho….un aparato. Y no solo eso, el lector de Oyster Card está ubicado a la izquierda (de nuevo levantar el brazo), en las escaleras, supermercados, siempre hay que caminar por la izquierda, las puertas están pensadas para abrirlas con la mano izquierda, etc etc. Como ya dije, es imposible acostumbrarse, solamente asúmanlo y diviértanse en el intento!

lunes, 10 de enero de 2011

Liverpool, tercera y última parte

Ya fueron varios los que me preguntaron “¿Y que más hiciste en Liverpool?” “Todo bien con tu mala suerte, pero quedó colgado ese relato”. Después del ataque bloguístico del mes pasado en el que escribí dos días durante diez horas decidí tomarme un descanso y volver a la idea original del blog que es recomendar o no ciudades, atracciones turísticas, formas de transportarse, etc etc. Les ahorro un poco de trabajo al planificar su viaje a Liverpool. Tres o cuatro días son más que suficientes, salvo que vayan en pleno verano y quizás quieran hacer un clásico pic-nic inglés en el parque.

Ya saben que en Inglaterra ver el sol se vende en paquetitos chicos, sobre todo fuera del verano. Los británicos se despiertan el domingo y preparan todo para hacer el pic-nic. Cuando se asoma un rayo de sol salen todos corriendo al parque más cercano (que sobran en Londres y en todas las ciudades que visité). Es como en las películas, no les miento. Van con sombreros, la canasta, el perro, las cartas de bridge, el paraguas (que haya sol ahora no significa que dure mucho), unas sillitas y el diario. Ocasionalmente pasan por el Starbucks o Costa Coffee (el café Nero también, pero yo no se los recomiendo) a comprar un “latte to take away”. Como se podrán imaginar, el café hay que acompañarlo con algo pero no pasan por la panadería a comprar facturas, no. Hacen algo con mucha más onda.

Los fines de semana surgen “farmers markets” en casi todas las plazas y parques de la ciudad. Son granjeros y artesanos que trabajan durante la semana y van a las ciudades a vender sus frutas, verduras, artesanías y panificados. Por ejemplo en el barrio donde yo vivía había una iglesia llamada Kennington Church que contaba con un pequeño patio, mejor dicho un espacio verde con algunas lápidas para que se hagan una idea. En este lugar los sábados y domingos se organizaba este tipo de mercadito. Era discreto, nada que ver con el de Notting Hill por ejemplo, acá no habían mas de quince puestitos.

Más de un fin de semana me levanté temprano para acompañar mi mate con algún “Chelsea bread”, o tal vez un duro e insulso croissant gigante o cualquier otro tipo de los horribles panificados ingleses que se consiguen en este mercado. Y digo horribles porque no tienen comparación contra las medialunas que se pueden comprar en cualquier lado de Buenos Aires (excepto las de Venezuela y Paseo Colón, por supuesto). Comer estos pseudo-alimentos británicos es una tortura autoinfligida. Es difícil encontrar algo empalagante, generalmente son salados y tiene un dulce adentro. Bah, dulce, debería decir “ungüento” rojo agrio. No entiendo porque se esfuerzan en hacerlas así. La manteca, leche, agua, harina etc etc, todo es igual acá, allá y en todos lados. ¿Es tan difícil buscar una receta mejor en Internet?

En definitiva, si quieren hacer su pic-nic a la inglesa en Liverpool porque el día aparenta ser soleado, pueden pasar por el super o por la tienda de Apu a comprar un paquete de galletitas dulces, lleven su mate, el paraguas y diríjanse por ejemplo, al Sefton Park. Si no les interesa y solamente quieren conocer las atracciones clásicas de Liverpool entonces les recomiendo la visita a las casas de John y Paul, la exposición llamada The Beatles Story y algun de tour Beatle guiado.

Hay distintos tipos, para distintos grados de enfermedad Beatle y presupuestos. Yo iba mediando estas dos variables así que elegí el Magical Mistery Tour que consiste en un micro acondicionado como el de la bizarrísima película Beatle con el cual se recorre durante dos horas y media buena parte de Liverpool, pasando por el Albert Dock, el centro, todo el trayecto de Penny Lane y finaliza en The Cavern. Si son totalmente enfermos de los Beatles venden guías a 5 libras con más de 99 puntos y referencias Beatle dentro y fuera de la ciudad (en este caso reservar un par de días más). Si en cambio cuentan con una billetera jugosa hay una compañía que hace un recorrido parecido al del Magical Mistery pero en un taxi en el que entran hasta 5 personas. Supuestamente es más personalizado, hacen más paradas y se detienen más para hacer fotos.

Mi “ticket to ride” (así se llama el ticket del Magical Mistery Tour) era para las 14:30 por lo que durante la mañana aproveché para visitar la exhibición Beatle. Realmente no sabía bien que esperar. Ya había estado en Londres en una exhibición sobre la música británica en general, la British Music Experience, y me había parecido un poco desordenada. Muchísima información muy poco relevante por lo que para encontrar algo que realmente te interesa sobre los grupos que te interesan se debe gastar mucho tiempo jugando con las atracciones interactivas que proponen.




Por otro lado los objetos exhibidos si bien eran originales y con un alto valor histórico musical me parecieron un poco escasos. O sea, uno puede esperar exposiciones medio pelo en Buenos Aires pero estando en Londres, el centro del mundo según muchos, mis pretensiones eran altas y creo que tenían material para hacer las cosas mejor. Pero bueno, todo esto se compensa con una sala de grabación en donde se puede jugar, aprender a tocar varios instrumentos y hasta grabarse para luego escuchar en casa y compartir con amigos todo lo que hicimos. Yo no compartí mis obras maestras porque los temas se bajan desde Internet con un código que te dan y obviamente, a mi no me funcionó.

En fin, la exhibición Beatle de Liverpool propone un recorrido cronológico a través de la vida del grupo musical, comenzando con información sobre “The Quarrymen” el primer grupo de Lennon, como se conoció con McCartney y con Harrison. Las salas generalmente reproducen escenas típicas y lugares donde pasaron los acontecimientos más importantes de la banda.


Está el bar donde se acuño el nombre Beatle, una reproducción de Abbey Road Studios, una reproducción 100% fiel de The Cavern, y hasta un submarino amarillo. Las paredes están plagadas de fotos e información, a veces difícil de seguir. Además, la música dentro de las salas está a todo volumen (soñé con Please Please Me por tres días) y es bastante difícil escuchar la audio guía que te dan en la entrada o concentrarse en lo que lees. Como consejo les digo que si se manejan con el inglés, ni pidan la guía porque dice exactamente lo mismo que está escrito.





Al terminar el recorrido hay cuatro cubículos dedicados a cada uno de los Beatles con sus virtudes y logros post separación. Para un fan promedio como soy yo creo que son 12 pounds bien invertidos. Quizás para un hiper fanático no tenga tanto valor porque no va a salir sabiendo nada nuevo, y la mayoría de los expuestos son copias y reproducciones, pero bueno, ESTAS EN LIVERPOOL! Tenés que ir. Y por supuesto, como en cualquier otra atracción turística, antes de la salida hay que pasar sí o sí por el Beatle Store. En ésa época no tenía trabajo y multiplicar cada precio por 6.5 fue duro, pero te tenés que mentalizar que es ahora o nunca. Después de todo hay recuerdos desde 50 pennies como ser imanes y postales hasta el bajo Hofner de McCartney que estaba unas 500 libras.

Entre otras cosas compré una foto de 30x40 en blanco y negro del grupo, una buena opción para colgar en mi hogar, cuando tenga alguno en algún país del mundo. Salí de la exhibición con mi enorme bolsa y ahí mismo me di cuenta que mi viaje recién empezaba y que iba a tener que arrastrar esa foto por toda Irlanda…mmm…tampoco tenía muchas más opciones. Afuera me encuentro con el muchacho argento que había conocido el día anterior esperando que arrancara el Magical Mistery Tour.

El tour no es la gran cosa, lo más interesante es como está pintado el bus. Apenas comienza, el guía se presenta y nos dice que nos va a dar todas las explicaciones parado porque llegó una chica a último momento y si bien no había más lugar, la muchacha era de la otra punta del mundo e hicieron una excepción. Interesante, apenas subí al bus escuché a la flaquita de la primera fila chamuyando con el viejo de al lado en inglés pero con un acento super argento. No fui el único que lo notó, mi amigo me dice “Me parece que la minita de delante de todo es argenta….”. Veremos…

El guía era un super Beatle geek. Sabía absolutamente todos los detalles de todo. Además de ser mega fanático nos contó que él hizo de amigo de McCartney en una película documental sobre los Beatles y se jactaba de ser amigo personal de Paul McCartney. Más precisamente nos dijo que en el recital que se organizó para conmemorar a George Harrison, Paul McCartney se presentó en forma imprevista y lo llamó directamente a él para que hiciera los arreglos. Después del concierto se encontraron backstage y mientras hablaban Paul le dice “…nos vimos tantas veces y me sorprende que nunca me hayas pedido un autógrafo, por eso quiero pedirte el tuyo”. Humilde el pibe, jeje. Pero no se conformó con eso, Paul también le pidió una foto y obviamente el guía tenía una copia lista en su iPhone para mostrarnos a todos.

El bus solamente hizo tres paradas, una en Penny Lane, donde hay unos carteles para sacar fotos, y luego en las casas de Paul y George (foto). Cuando ya iba cayendo la noche el tour finalizó en la puerta de The Cavern el lugar donde los Beatles tocaron 300 veces; punto obligado para ir a tomar unas cervezas, escribir algo en la pared y escuchar algo de música en vivo para terminar de vivir la emoción Beatle que se respira en Liverpool.

Ojo que el The Cavern actual NO es el mismo en donde tocaron los Beatles. En realidad es difícil de decir si es el mismo o no. El original en un principio fue un depósito de frutas y fue usado como refugio en la Segunda Guerra Mundial. En 1957 comenzó a trabajar como un club de jazz dado que el lugar proveía una buena acústica, pero imagínense que el nombre lo lleva porque parece una caverna real. Es diminuto y claustrofóbico, cuesta pensar que comprimieron a 300 personas ahí para un concierto de McCartney en el año ‘99.

Las historias dicen que durante los recitales el calor subía por las paredes, todo olía a frutas y transpiración, afuera podía estar haciendo temperaturas bajo cero pero ahí dentro superaban los 30 grados. Estos mitos abundan en Beatle Story y vale la pena leerlos todos. En fin, en algún momento de la historia decidieron remodelar el club, mejor dicho demolerlo para construir otro tipo de edificio. Hoy en la calle se puede ver indicado donde estaba la entrada original del lugar (foto de la izquierda) a tan solo 20 metros del actual. Al poco tiempo se dieron cuenta del terrible error histórico que cometieron (o al menos eso dicen) y decidieron reconstruirla. Como ya les dije, hoy se encuentra a escasos pasos de su posición original y para hacerla se utilizaron una gran cantidad de los ladrillos originales. O sea…es casi lo mismo déjense de joder.

Recorrimos la caverna con mi amigo, sacándonos fotos en cada lugar que podíamos y en eso aparece la chica de la cual sospechamos su argentinidad gritando “Uhhh argentinos!! Quiero fotos con uds…”. Simpática, hiper activa y con un terrible sentido de la ubicación. Parece mentira como el viento nos junta, no? Tomamos unas cervecitas mientras buscábamos algún lugar en la pared para escribir nuestros nombres. Les aseguro que no es tarea fácil, salvo que midan tres metros y puedan escribir en el techo. Las paredes están totalmente saturadas de firmas. Pero bueno, pueden escribir en el baño o en los cuadros si se animan.

Una vez escrachadas las paredes nos relajamos para escuchar la música en vivo. Siempre hay alguien tocando y obviamente todo el tiempo repitiendo temas de los Beatles. Más tarde esa misma noche tocó una auténtica banda Beatle y pudimos vivir, en cierto grado, lo que se vivía a principios de los sesenta cuando la gente se agolpaba en la puerta para ver a estos cuatro muchachos. Bueno, no es exactamente el mismo The Cavern y como pueden ver en las fotos, la banda no era un reflejo fiel, pero si cierran los ojos y tratan de usar sus otros cuatro sentidos, es posible que su mente los transporte. Si no pueden, cuando les pregunten mientan y listo.

Y acá le pongo el punto final a mi review de la ciudad de Liverpool. Creo que vale la pena la visita, más si están recorriendo varias ciudades de UK o si son super fanáticos de la música. Mi viaje no terminó ahí, cargué mis dos mochilas y mi bolsa del Beatle store conteniendo mi incomodísima foto y tomé un bus con destino a la ciudad de Dublín. Pero eso lo dejo para más adelante.