miércoles, 15 de diciembre de 2010

Todo sobre mi mala suerte – Parte 2

Pues falló. Por poco pierdo el vuelo y tuve a los tripulantes de cabina cagándome a pedos hasta último momento. Con decir que cerraron la puerta del avión detrás de mí les digo todo. Pero les detallo, porque quiero que esto quede escrito en algún lado para contarles a mis nietos (si algún día vuelvo de Hungría….). Con el web check-in hecho, la aerolínea me informó que 45 minutos antes del vuelo debía despachar el equipaje y que las puertas cerraban 20 minutos antes de la partida. Yo volaba 17:20, o sea que debía llegar a la terminal 5 de Heathrow (desde donde sale British Airways) a las 16:35 como máximo y que debía estar arriba de la nave a las 17:00. Nuevamente, para evitar cualquier trastorno salí de mi casa a las 14:00. Mis matemáticas indicaban que a las 15:20 estaría en Heathrow y hasta iba a poder almorzar algo ahí.

Al llegar a la estación Oval de Northern Line, pregunto como llegar a Heathrow. Yo en realidad ya sabía, pero los fines de semana (era domingo) siempre hay planes de mantenimiento, cortes programados, etc etc, por lo que si era “imposible” llegar al aeropuerto por underground el señor amablemente me lo indicaría y yo, teniendo suficiente tiempo en ese momento buscaría otra forma de viajar. El tipo tenía pocas ganas de hablar y me dijo “Anden 1 hasta Leicester Square, ahí agarrás la Piccadilly y llegas a Heathrow, 1:15 mas o menos”. Bueno….ya tenía la confirmación, pero recuerden esas palabras. Cuando terminen de leer el post, vuelvan acá y comprendan con que información yo contaba….¿¿tanto le costaba al tipo decirme la verdad??

Mientras iba bajando las escaleras hacia el andén escuché un anuncio por los altoparlantes totalmente indescifrable. Tienen submarinos nucleares, búnkeres invisibles desde el cielo, gente en el espacio, aviones espía no tripulados y muchos otros adelantos tecnológicos pero la calidad del sonido de los altoparlantes en las estaciones de tube (no así en los trenes y estaciones de bus) es paupérrima. Es necesario haber nacido en la época del fonógrafo para tener el oído entrenado. Lo único que llegué a escuchar fueron cinco palabras “Piccadilly” “District” “line” “major delays”. En fin, ya estaba en el baile, a bailar.

Me siento en el andén como Penélope a esperar el tren, dejo a un costado mi valija, mis dos mochilas y mi notebook y estudio el mapa del underground. La Northern Line se divide en 2. Una rama va más para el oeste y otra hacía el este. Leicester Square está hacia el oese, pero según los carteles indicadores, ninguno de los próximos 4 trenes iría para ese lado. Dejo pasar el primero y por los altoparlantes vuelven a repetir el mismo mensaje encriptado en algún código que aún desconozco e inmediatamente después dicen que los que quieren tomar un tren hacía Charing Cross (rama del oeste) debía tomar cualquier tren, bajar el la siguiente y cambiar de andén. Ya había dejado pasar 1 tren y los minutos contaban. Me subo al siguiente con mis 60 kg de equipaje, bajo en la siguiente, cambio de andén, a los 2 minutos llega el tren que necesitaba y al cabo de 10 minutos ya estaba en Leicester Square.

Bueno, no fue tan trágico, solamente perdí un tren, un par de minutos. Por los altoparlantes…el mismo mensaje. Esta vez usaron otra encriptación, una que pude entender algo mejor, no agarré todo el mensaje, pero básicamente decía “District line parada, Piccadilly line problema de señales, SEVERAS DEMORAS”. Nuevamente la sangre subiendo a mi cabeza, aunque esta vez tenía menos opciones. ¿Tomo un bus? La semana pasada una amiga fue a Heathrow en bus porque le dijeron que el underground no es confiable y se clavo 4 horas en la autopista por un choque. Perdió el vuelo, tuvo que volar 2 días después. ¿Tomo un tren? ¿Voy a Victoria? Mmm…¿los trenes a Heathrow salen de Victoria? Realmente no se…y ya estoy acá. Bueno, tomo la Piccadilly”.

Llego al andén y tuve un déjà vu. Estaba de nuevo en Buenos Aires, más precisamente en la estación 9 de Julio de la Línea D un viernes a las 18:10. ¡¡Qué lindo!! Los carteles indicadores….bien gracias. Ninguna información, nada. Hora 14:30, sin opciones…a esperar. Al cabo de 15 larguísimos minutos llega un tren hacia las terminales 1, 2, 3 y 5. Recuerden que yo iba a la 5. De alguna forma me tenía que meter en ese tren con todo mi equipaje. Al acercarse el tren me di cuenta que iba a ser imposible. Los subtes en Londres son más bien redondos (por eso “tube”) por lo que el tren parecía una serie de latas de humanos en su salsa (sudor), prensados y listos para consumir.

El tren se va y solo 2 minutos después llega otro, pero hacia las terminales 4 y 1, 2, 3. Estaba casi vacío e iba casi para el mismo lado. Eran casi las 3 de la tarde ya, tenía tiempo suficiente por ahora, así que me subí. Como la District y la Piccadilly van casi paralelas durante un buen rato, toda la gente se volcó en la Piccadilly porque la otra estaba interrumpida y eso sumado a las “severas” (la palabra queda corta) demoras hicieron que el viaje se hiciera imposible. 15:40. A tres estaciones antes de llegar a Heathrow una voz grabada dentro del tren dice “Si su destino es la terminal 5, baje en la siguiente estación y espere al tren correspondiente”. Ok señorita, eso voy a hacer.

Más mensajes inentendibles por los altoparlantes, frío, nervios. La agujas del reloj se mueven pero los trenes no. 15:55, llega el siguiente tren hacia terminales 4, 1, 2 y 3. Lo dejo pasar. Siguiente tren a las 16:10, terminales, 4, 1, 2 y 3. ¿WTF? Mi paciencia se colmó, empecé a sentir un poco de adrenalina en el cuerpo y me acerqué a un punto de información. Literalmente dije (perdón a mi ahijado) “Where the fuck are the trains to terminal 5??” La voz del otro lado era de un indio o paquistaní al que le entendí muy poco y no tenía ganas de repetir, pero más o menos me dijo que los trenes no llegaban a la terminal 5 y que tenía que ir a la 4 y ahí tomar un bus o un tren o algo así. Genial, ¡gracias por avisar! Tomé el siguiente tren y llegué a las 16:30 a la terminal 4. En 5 minutos debería estar despachando mi equipaje en la terminal 5 que queda en la otra punta del mundo, 1 km desde la terminal 4, imposible de ir a pie.

La adrenalina ya fluía libremente por mi sangre y aprovechando este extra agarré todo mi equipaje con una sola mano y con la otra iba volteando turistas desprevenidos. A los gritos les preguntaba a los muchachos de seguridad dónde estaba el bus o tren hacía la terminal 5. Finalmente llegué a la terminal de Heathrow Express. Le consulto a una flaca de ahí cuanto se tarda en llegar y me dice “Normalmente 20 minutos…”. O sea que estaría llegando a la terminal 5 a las 16:50. Bueno, me quedarían 10 minutos para abordar y las valijas, bueno, ¿¿para que necesito ropa??

El viaje duró los prometidos 20 minutos. Repitiendo la misma receta: correr, empujar y gritar, llegué al ascensor que llevaba hasta el sector de partidas de la terminal 5. Busqué a la primera persona disfrazada con el uniforme de British Airways y le comenté amablemente mi problema. Tengo que destacar que la gente de esta aerolínea se portó de 10 en todo momento. No es un chivo ni nada por el estilo, pero seguro que si esto pasaba con Ryanair me decían “volvé mañana”. Esta señora hizo unos llamaditos por teléfono, me tranquilizó un poco y me dijo “Bueno, vos podés abordar, pero no te garantizo que tu equipaje llegue”. Jaja, “estoy acostumbrado a eso, señora” le dije. Obvio que no entendió porque se lo dije. Mi equipaje corría riesgo aunque hubiera llegado a las 12 del mediodía, así que le dí para adelante.

Cargó las maletas en la cinta, la vieja me imprime el boarding pass y me dice “bueno…ahora tenés que CORRER a la puerta 9, si hay mucha gente en los controles de seguridad decí que estas a punto de perder el vuelo”. Y eso hice, pasé corriendo todos los controles pero al llegar a donde escanean el equipaje de mano, volvieron los problemas. La notebook la quieren afuera del bolso. El abrigo en la cinta, el celular también, obvio que la billetera y el cinturón. Ahh…ahora también los zapatos! Yo tenía 5 minutos para abordar!!! Tiré todo arriba de la bandeja, y al volver a retirar todo escuché un ruido…miré abajo y no había nada…ok. Dudé si perder tiempo en atarme los cordones, pero caerme por correr con los cordones desatados era el colmo.

Llego a la puerta de embarque y veo que todavía había cola para ingresar al avión. Como la gente de British es súper estricta con el peso de las valijas y yo ya tenía calculado hasta el último gramo, todos los kilos de ropa que no entraban los llevaba encima. Estaba vestido como un esquimal. Se podrán imaginar que después de todo el trote que tuve que hacer estaba completamente transpirado y lo único que quería era ubicar mi equipaje de mano e ir directo al fondo del avión a tomar una cervecita.

Entro, saludo a las azafatas mientras me seco la transpiración y ubico rápidamente mi asiento. Meto mi mochilita azul en el compartimiento superior y atrás de ella toda la ropa que me sobraba. Busco mi celular para apagarlo y meterlo en la mochila….pero no lo tengo. ¿Dónde está?. Abajo del asiento, bolsillos de la campera, pantalón, bolso de la notebook…nada…mmm. Ahí me di cuenta que el ruido que escuché en el sector de seguridad era el de mi HTC Desire cayendo adentro de la máquina.

Cuando sea un millonario y viaje en primera no me va a importar perder un celular después del día que tuve…pero sigo siendo pobre y no iba a dejar que, además del nuestro petróleo, los británicos se queden con mi celular. Impulsado con los asientos empecé a saltar la gente que iba a entrando por el avión hasta llegar a la puerta. La adrenalina se me salía por las orejas ya (recuerden que mis suprarrenales la empezaron a largar a las 16:10). Le grito al comisario de abordo “Forgot my phone!!” y salí corriendo por la manga. El tipo no llegó a decir una sola palabra.

Nunca pensé que iba a llegar a correr de ésta manera por un aeropuerto, mucho menos que pasara todo lo que pasó en este mismo día. En el sector de seguridad explico mi problema y cual argentos, lo primero que me dicen fue: ”Acá no se te pudo caer nada, si algo cae dentro de la máquina se detiene automáticamente” y después “¿Estás seguro que fue en ésta cinta?”. Llegó un momento que me hicieron dudar pero me acordaba de la cara de la vieja que me hizo poner en la bandeja una por una las monedas que tenía en el bolsillo.

17:25. El avión ya debería haber salido hace 5 minutos. Lo podía ver por la ventana, seguía ahí por lo menos. Cuando me dicen que van a buscar a “Objetos perdidos” me dieron ganas de matarlo. Justo cuando estaba por renunciar porque era el celular o el vuelo uno de los tipos dice que lo encontró pero que necesitaba un palo para sacarlo. Ahí me tranquilicé a medias….hasta no estar en el asiento el calvario no se acaba. Me dan el celu y lo primero que se me ocurrió decir fue “Revisen la máquina, parece que no se detiene cada vez que se cae algo adentro….gracias”

Ya adentro del avión con todas mis pertenencias voy al fondo del avión después del despegue para tomar mi merecida cervecita. Ahí me encuentro al comisario de abordo que me pregunta si pude encontrar al celu. Me dio un poco de charla, el tipo estaba aburrido y yo la verdad que necesitaba alguien para contarle mi día. Lo que le conté mucho no le interesaba pero como era medio afrancesado creo que estaba interesado en otras cosas. En fin, entre charla y charla me tomé un par de cervecitas que me ayudaron para relajarme apenas un poco antes de aterrizar. Recuerden las palabras de la flaca que me despachó las valijas: “…no te garantizo que el equipaje llegue”.

Esas palabras no me dejaron dormir en todo el vuelo, ya venía imaginándome mi semana con la misma ropa, llenando el formulario de la pérdida de equipaje, tratando de hacerme entender con los húngaros. Trataba de aislarme de eso, de descansar las dos horas y media del viaje, total iba a tener bastante tiempo para putear al llegar.

Ya en Budapest voy hacia el sector de retiro de equipajes y me siento en un costado. Para bien o para mal tenía que esperar a que pasen todas las valijas del resto de los pasajeros más unos minutos para considerar “perdidas” mis valijas y hacer la denuncia. Me moría de hambre, gasté una fortuna en el pasaje y lo único que me dijeron fue un sándwich de pavo. Saco mis crucigramas y me dispongo a esperar. Cuando levanto la vista ahí esta mi mochila naranja.

No se si lloré, no creo. Igual llorar y gritar en los aeropuertos es normal. Se ve todo tipo de gente y de manifestaciones de alegría y frustración. Desde el familiar que se va y que nunca sabés cuando va a volver hasta el otro flaco que estuvo dos años afuera y lo reciben todos sus amigos a los gritos. También suele haber bastante ruido y luces cuando llega alguna estrella y van todos los gruppies a recibirla o cuando algún estúpido llega tarde para su vuelo y se pone a correr por toda la terminal. En fin, se ve de todo. No digo que sea un gran trotamundos pero cuando viajé de Buenos Aires a Londres tuve una escala de 10 horas en San Pablo durante los cuales no me dejaron salir del sector de conexión y les aseguro que vi muchas cosas.

Tomé mi mochila con la misma alegría que voy a tomar mi próxima porción de pasta frola y me dispuse a esperar, ahora sí con más esperanzas, a mi otra valija. Al cabo de 20 segundos entró por la cinta y dí por finalizado el día con peor suerte del año hasta el momento. Ya no me importaba si el taxista que me debía pasar a buscar no estaba o si el hotel al que me mandaron era un desastre. Ya no importaba nada. Lo que no te mata te hace más fuerte. El taxista estaba, el hotel es más que decente (foto). La moraleja de todo esto es “Nunca confíen en el London Underground”. Nunca digan “Esto no me puede fallar”. “Nunca subestimen mi mala suerte”. Y ustedes que opinan, ¿me hago ver por un profesional?

FIN


Nota: Las fotos no son de mi propiedad

martes, 14 de diciembre de 2010

Todo sobre mi mala suerte – Parte 1

Primero que nada les pido mil disculpas por el desorden en el blog, pero entiendan que la velocidad de nuestras vidas es mucho más rápida y constante que la velocidad de mis dedos al escribir estas líneas, condición exacerbada por los limitados minutos que tengo al día para bloguear y por estar viajando casi todo el tiempo. Cuando quiero escribir sobre algo particular, me veo enfrentado a otra situación que me gustaría comentarles casi inmediatamente para que estén al tanto de mis movimientos y al final las primeras experiencias terminan quedando colgadas, como fue el caso del viaje a Escocia y por ahora la continuación de mi viaje a Irlanda.

Reitero mis disculpas pero no puedo dejar pasar más tiempo sin recolectar todas las manifestaciones de esta mala suerte que me viene atormentando desde hace ya bastante tiempo. El otro día un amigo que hice en Londres me comentó que cuando vas a esos charlatanes que te leen el futuro de una manera u otra o cuando visitás a los chamanes, en realidad ellos están haciendo como un mini contrato con el diablo y uno de los efectos colaterales puede ser una racha de mala suerte. Por supuesto que yo no consulté los servicios de ninguna bruja, pero se que el año pasado alguien lo hizo por mi sin mi consentimiento. Sigo sin saber por qué y cual fue el resultado de esa consulta, pero más o menos a partir de ese momento es que se hizo notable mi incapacidad de tener dos logros constantes sin algo que salga mal. Habiéndole comentado esto a mi amigo me recomendó visitar un representante del otro bando, para purificarme un poco. Pero no se…después de leer este post quiero saber sus opiniones…¿consulto un profesional?

El 6 de octubre cuando salí de Argentina estaba esperando todo el tiempo la manifestación de mi mala suerte. Con los clásicos pormenores de un viaje (sin ser suficientemente importantes como para llamarlos “mala suerte”) llegué a Heathrow en Londres, tomé el underground sin problemas y al cabo de 1 una estaba en el centro de la ciudad. Pasé a buscar a una amiga y me recomendó tomar un bus hasta el departamento, porque como ya les comenté, el travel card semanal de buses cuesta £9 menos; el underground anda como quiere y la mejor forma de conocer Londres es arriba de un bus.

Trepé con mi valija de 32 kg, mi mochila gigante que pesaba unos 20kg y mi eterna compañera, la mochilita Samsonite azul, al bus y emprendimos el viaje. El tránsito estaba insoportable y al llegar al Vauxhall Bridge estaba totalmente detenido. Esto es normal para Londres en una hora pico, pero pasaba el tiempo y el bus no se movía. Ahí fue cuando el conductor dijo “gente, esta cerrada la calle, sorry pero no puedo avanzar”. Me bajé con todos mis trastes y como supuestamente estábamos a solo 400 metros del departamento empezamos a caminar. La razón por la cual la calle estaba cerrada era un accidente, pero como había sangre involucrada todo el perímetro estaba cerrado por la policía, o sea….ni siquiera podía ir caminando!! La única solución era ir rodeando todo Kennington Park (una caminata de un kilómetro más o menos) o meterse por el medio del parque. Uds. dirán…nada grave, pero después de un viaje de más de un día y acarreando tu mismo peso en equipaje una caminata por el parque es lo último que querés hacer.

En fin, sobreviví. Tomé esto como una señal de mi mala suerte, algo así como “Llegaste, descansá, divertite, buscá trabajo, pero recordá que yo sigo acá…buenas noches”.

La siguiente manifestación fue hace unas pocas semanas, al final de mi viaje por Irlanda. Todavía no les comenté en detalle el viaje y espero hacerlo pronto, pero para hacer una pequeña introducción a mi experiencia malasuertista les comentó que para terminar mi viaje “relajado” decidí volver en avión desde Dublin hasta Londres. De ésta forma en un intervalo de solo 5 o 6 horas podría llegar a mi departamento, cocinar una buena cena caliente, darme una ducha y descansar en mi propia cama. A la hora de planificar mi vuelo había encontrado una tentadora oferta de Ryanair (una de las aerolíneas low cost) en la que el precio final final (ojo con los costos escondidos cuando usan low cost) era de solo €32. Increíble, mi mala suerte había cedido!!.....mmmm….NO!

Para ese día ya estaba totalmente cansado de Dublín, me pareció una ciudad cara, sobrevaluada (no solo en lo monetario sino en la cantidad, calidad y relación costo/beneficio) de sus atractivos turísticos. Además mi visita fue congelada por una ola de frío polar que cubrió las islas de Irlanda y Gran Brteaña. Nieve sobre nieve, nevadas y lluvias constantes. La vereda se llenaba de pozos de nieve derretida dentro de la misma nieve. Ahí dentro se formaba un caldo helado de agua, tierra y basura. Un tremendo asco si te toca pisar ahí adentro porque venís distraído por los copos de nieve con forma de pelotitas de telgopor que te pegan en la cara impulsados violentamente por el viento lateral.

En fin, ya estaba relajado en mi hostel con mis mochilas armadas y mientras almorzaba me llega un mail de Ryanair avisándome que mi vuelo había sido cancelado ya que el aeropuerto de Gatwick (en Londres) estaba cerrado por mal tiempo. Empecé a sentir como la sangre subía a mi cabeza, oxigenando un poco mi cerebro y preparándolo para idear un plan de contingencia inmediata. El próximo vuelo salía al día siguiente, pero….¿quién me garantiza que abrirían el aeropuerto? ¿Quién me garantiza que siendo una aerolínea low cost y con viajeros demorados no nos hagan volar parados como si estuviéramos en un bondi? Y lo más importante ¿tengo que quedarme otra noche en Dublin? Noooo. Cancelé el vuelo, reclamé un reembolso del 100% y salí corriendo con mis mochilas (como verán siempre en mis relatos tengo que correr y con mucho equipaje encima) hacia la estación de bus.

La nieve había aflojado apenas un poco, no así el frío pero el trote hizo que no me importara mucho. Quedaban 5 lugares en el bus que se agotaron en solo 5 minutos después de abrir la boletería. Mi ilusión de una cena, baño y cama calientes se esfumaron en un instante. El sufrimiento duró 15 horas y ésta serie de eventos fue la que hizo prometerme a mi mismo no viajar a ningún otro lado por lo menos por un mes y medio. Es patético admitir que no pude mantener mi promesa, a los 3 días estaba viajando a Cambridge y una semana más tarde sucedería algo solamente comparable con el extravío de mi equipaje en India el año pasado.

Como la mayoría de ustedes sabe, el objetivo de mi viaje a Europa es y siempre ha sido conseguir trabajo. La idea era hacer base en Londres y buscar algún trabajito por ahí ya que la libra esterlina está fuerte. Mientras durara la búsqueda de trabajo pasaría los días recorriendo la maravillosa ciudad de Londres que tantas cosas tiene para ofrecer (y de la que tan poco he blogueado), alternando con pequeños viajes de no más de una semana hacia otras ciudades. Dado que estuve siendo un poco exquisito con respecto al proyecto al cual unirme tuve bastante tiempo para viajar, pero una vez que me di cuenta que la cuenta del banco estaba cediendo, empecé a bajar mis expectativas.

Y así fue como la semana pasada, más precisamente el miércoles (08/08/2010, tanto Beatle, tanta conexión, hasta se podría decir que el espíritu de Lennon me ayudó) conseguí trabajo en Hungría. Nada especial, no hablo el idioma, pero bueno, me daría de comer y es un nuevo desafío. Lo mejor de todo es que me necsitaban en su oficina en un galpón en el medio del campo húngaro el lunes siguiente a las 9 am. Ahí mismo comencé a buscar vuelos y para evitar cualquier tipo de inconveniente con las poco confiables aerolíneas low cost, compré un pasaje de British Airways. Además las low cost salen de aeropuertos medio pelo diseminados a 2 horas de bus de Londres (o media hora de tren, todo depende del presupuesto), en cambio British sale de Heathrow, una hora en tube, £2.40, tengo la estación a 2 cuadras del departamento, esto no me puede fallar!

CONTINUARA!!!

Nota: ninguna de las fotos es mía!

lunes, 6 de diciembre de 2010

Someone is Knocking at Paul’s Door

Dentro de la casa de Lennon está prohibido sacar fotos así que hay que recorrer todo por cuenta propia guardando en la memoria todo lo que vemos, sino esperar a encontrar alguna foto en Internet o comprar las postales que te venden convenientemente al final de tour con una selección de las mejores fotos de las dos casas. Recorrimos las dos plantas de la casa ambientada para verse como se veía en los sesenta cuando Lennon vivía ahí. Originalmente era la casa de la tía, ya que fue ella quien se encargó de John cuando era chico. Se notaba que era una familia “bien”, tenían todas las comodidades esperables en una casa de clase media en esa época así que el muchacho mal no la pasaba.

La madre lo visitaba regularmente y le enseño a tocar el banjo. Más tarde cuando McCartney vió a John tocando en una feria le llamó la atención que la guitarra de John tenía la última cuerda suelta (0para usar solo cinco) y que los acordes que usaba eran de banjo. McCartney se presentó, agarró la guitarra, le dio vuelta las cuerdas (recordemos que es zurdo), la afinó y tocó una canción de época a la perfección y ahí fue cuando nació la magia. Lennon se percató que este flaco no solo sabía tocar y cantar, sino que podía afinar una guitarra lo cual les ahorraría unos cuantas monedas. (Foto tomada en Beatles Story, se ve a Lennon con su primer grupo)

Como ya les dije en esa misma casa se juntaban los muchachos a tocar en los inicios y ahí nacieron varias de sus canciones. Te hacen entrar por la puerta de atrás como lo hacían los chicos cuando llegaban para que te sientas uno más de la pandilla. Te cuentan que con Paul estaba todo bien, porque era un chico muy amable y prolijo, pero cuando llegó Harrison a la tía de John no le gustó mucho la pinta del flaco y como que al principio había pica.

Das unas vueltas por tu cuenta, siempre recordando de no tomar fotos ni tocar nada, firmás el libro de visitas y antes de que te des cuenta ya estás afuera. La verdad es que parece que la visita es bien fugaz. Afuera me concentré en pedirle a la gente que estaba en el tour que me sacaran fotos, probando con distintas personas de distintas edades, sexo y nacionalidades para ver cual me podía tomar una foto decente, sin cortarme a mi, ni a la casa, ni quemar la foto, ni llenando todo el cuadro con un árbol que a nadie le interesa. La mejor me la sacó un muchacho con cara de sudamericano terrible. Le pregunté de donde era y oh casualidad, argento!

Y acá llega la reflexión. No existe nada que sea 100% malo o 100% bueno. Mmmmm ok las Frutigran rojas son un caño, me atrevería a decir que son 100% geniales. Volviendo la idea original, la vida esta llena de grises, está en uno verlos claros o oscuros. En el top ten de preguntas que me hace todo el mundo es “¿Cómo hacés para viajar solo?” “¿No te aburrís?” “¿No te sentís completamente perdido a veces?”. Viajar solo tiene sus cosas positivas y negativas. Ahora que ya recorrí bastantes kilómetros solo puedo decir que desde mi punto de vista si ponemos lo negativo y positivo en una balanza, están casi casi equilibradas aunque lo negativo pesa un poco más.

Viajando solo tenés el volante de tu viaje y no te lo saca nadie (el problema se da si no sabés manejar…en fin). Hacés lo que querés cuando querés, como vos querés y las veces que vos quieras. Si tenés hambre comés, si tenés habre y no tenés plata te las arreglás con un yogur y una barrita de cereales, si pensás que algo no vale la pena no te gastás en ir, etc etc. Perdés menos tiempo esperando a la gente que “te acompaña”. ¿Cuántas veces queremos ir a algún lado y tenemos que esperar que nuestra novia se termine de arreglar o que llegué ese que siempre llega tarde?. Nosotros nos apuramos para volver a casa o al hostel temprano porque habíamos arreglado con todos hacer algo a cierta hora. Quizás sacrificamos ir a algún lado o nos apuramos llegar. Y al final terminamos esperando una hora o más….El tiempo es valioso, más que nada cuanto estamos de viaje y el transporte hasta ese lugar nos salió unas cuantas libras o hay pocas horas de luz para disfrutar. Nunca sabemos si vamos a volver a esa ciudad en la que estamos. Cuando se trata de algo tan importante como nuestro tiempo, es bueno no tener que depender de nadie para manejarlo, no?

Pero ojo, entre lo negativo esta el afrontar el miedo a lo desconocido sin tener alguien al lado que este en la misma que vos en ese mismo momento. Cuando llegamos a una ciudad suele suceder que no sabemos a donde ir ni como ir. Más que nada en las ciudades Europeas que se fueron haciendo alrededor del castillo o adentro de una muralla donde las calles dan vueltas, se cortan, hay pasos subterráneos y escaleras es fácil desorientarse. Estar con otra persona que te ayude a ubicarte puede ser de gran utilidad. Además si te perdés con alguien, no estás del todo perdido, verdad? Económicamente viajar solo suele ser más caro.

Viajando en grupo se tienen mejores precios en el alojamiento, comida, alquileres de auto, etc. No solo mejores precios, sino mejor calidad. En nada se compara ir a parar solo a un hostel que compartir un departamento con otros 3 o 4 amigos. Por último, es más fácil extrañar y aburrirse estando solo. Cuándo estás con otra persona se puede matar el tiempo tomando unas cervezas o un café, sacando fotos en cualquier lado o simplemente riéndose de la gente que pasa aprovechando que casi ninguno entiende tu idioma.

Viajar solo no significa estar solo. Salimos solos de nuestras casas y en el recorrido sin dudas conoceremos mucha gente de diversas culturas, edades, estratos sociales y formaciones mentales. Uno no se cierra con su pareja o con su grupo y está ahí, expuesto al mundo a esa nueva ciudad, a su vida nocturna y a sus cientos de rincones esperando que recaigan en uno las buenas y malas influencias. Al estar solos nuestra mente se abre, se desarrolla la empatía y la paciencia; y por lo menos en mi caso aprendí a darme cuenta rápidamente de lo que quiero y lo que no quiero y de encargarme de exteriorizarlo lo más rápido posible. Para resumir todo esto, estamos tan solos como NOSOTROS queremos.

Y ahí fue cuando decidí que no estaría mal compartir el resto del viaje con este argento, después de todo parecía simpático y sabía sacar buenas fotos. Conversando un poco más con este muchacho me di cuenta que teníamos el viaje planificado más o menos de la misma forma. Al día siguiente teníamos la misma reserva en el Magical Mistery Tour y luego a disfrutar de una banda Beatle en The Cavern original. Pero el recorrido de ese día no había finalizado. La próxima parada fue en la antigua casa de Paul McCartney. Al llegar a la casa me tomé el atrevimiento de golpear la puerta para ver si Paul me abría, después de todo sigue siendo el dueño!

La morada se encuentra a unas pocas cuadras de la de Lennon, por lo que cuando todavía eran unos muchachos de los suburbios de Liverpool iban caminando de un lado a otro. Desde afuera se puede notar que la casa es más bien humilde. Sin ser de madera y chapa vemos que los ambientes son chicos, el jardín no se compara en nada con el de Lennon y la cocina está mucho menos preparada que la de la tía del líder de los fab4. Esto tiene una explicación, la casa fue hecha por el gobierno de Liverpool luego de la segunda guerra mundial. Cabe mencionar que Liverpool fue la segunda ciudad más bombardeada del Reino Unido después del Londres. Al finalizar la guerra la ciudad estaba hecha polvo y se necesitaba algún lugar para albergar a toda la población. Como remover los escombros y reconstruir iba a llevar su tiempo, decidieron construir casas baratas en los suburbios que todavía no estaban muy edificados.

Y ahí se mudó la familia de Paul. El padre tenía su propia agrupación musical así que siempre estimuló a Paul a hacer música y para eso le regaló una trompeta. Al rato Paul se dio cuenta que no podía tocar la trompeta y cantar a la vez así que incursionó en el piano y la guitarra. Bueno, no les voy a contar toda la historia ya que la pueden leer en Wikipedia, hay miles de libros, películas y si hacen el tour se las van a contar con lujo de detalles (pero en inglés). Tampoco se pueden tomar fotos allí dentro, igualmente recordemos que es todo una “reconstrucción”. La guitarra que esta en la sala no es la de McCartney (la original ya debió haber pasado por e-bay), los sillones y demás mobiliario tampoco. Lo que resulta muy interesante son las fotos tomadas por el hermano de Paul en el que vemos distintas situaciones de la vida cotidiana en el 20 de la calle Forthlin Road.

Siendo McCartney mi Beatle favorito y uno de los músicos y bajistas que más admiro tomé mi tiempo para recorrer la casa imaginándome a la banda componiendo allí sus primeras canciones. Pero el tiempo vuela cuando uno la está pasando bien y antes de lo previsto el guía me dijo que el tour había finalizado, me mostró las postales que vendían y me invitó a retirarme.


Así fue como finalizó el primer y mejor día de la visita Beatle a Liverpool. El sol ya comenzaba a bajar, el frío se hacía sentir así que luego de una visita fugaz al museo marítimo de Liverpool y otra caminata por el Albert Dock, con mi nuevo amigo argento fuimos a comer algo, a tomar unas cervezas y a cargar las pilas para la jornada siguiente.