Tengo tanto para contar que no se por donde empezar. Todo el tiempo
estoy pensando “esto tiene que ir a parar al blog”, a veces escribo una nota en
el celu o en un papel pero el tiempo es tirano, especialmente cuando uno está
lejos de casa y si ni siquiera tengo unas horas para dormir, mucho menos voy a
tener para escribirles. Estoy tentado de saltear varias experiencias e ir
directamente a lo sucedido hace pocos días, pero voy a tratar de seguir el
orden cronológico de los hechos y de ponerme al día durante la próxima semana.
Me encuentro en el aeropuerto de la ciudad de Varsovia (Polonia). Un
pibito indio acaba de chocar un carro porta equipajes con el que estaba jugando
contra los asientos de chapa de la sala de espera. Se colgó mirándome (o mejor
dicho escuchándome) mientras hacía sonar mi pañuelo, resultado de las
temperaturas bajo cero a las que estuve expuesto durante estos últimos días en
Vilna. Seguramente el cuerpo humano está preparado de una forma u otra para
resistir el cambio de 38 grados a -10, pero sin lugar a dudas estos casi 50
grados de diferencia fueron demasiado para mi sistema inmunológico Argento y
algún virus lituano se filtro en mi torrente sanguíneo.
Hoy me desperté pensando en el tiempo. Tranquilos, no es un divague, ayer
solo consumí dos cervezas pero este concepto está fijo hoy en mi cabeza y todo
a mi alrededor se relaciona con él. Al hostel llegó un flaco hace dos días que
estaba desde que se levantaba hasta que se acostaba con la computadora. Yo
pensaba: “que pérdida de tiempo”. Viendo el mapa de Lituania y todos los
lugares que me recomendaban visitar, siempre contestaba “no tengo tiempo”.
Analizando el mapa de Europa, tratando de armar un itinerario que optimice el
“tiempo” en cada lugar, la ruta, el “tiempo” de viaje, el costo y el clima (en
ésta época del año hay que prestarle atención a eso) me di cuenta que
desgraciadamente no alcanza una vida para recorrer el continente, y mucho menos
todo el mundo. Hay gente que se acerca bastante dedicando años de su vida a
viajar sin cesar, con una sola mochila, el presupuesto super limitado, cosechando
arroz para ganar unos pesos y bañándose solo cuando llueve. ¿Yo quiero hacer eso?
No.
El tiempo, en caso de existir, es relativo para cada uno de nosotros. El
tiempo siempre está allí, el tema es como lo organizamos. Decir “no tengo
tiempo” es no sentarse lo suficiente a pensar y priorizar nuestra acciones y
decisiones. Me doy cuenta que para mi el tiempo pasa demasiado rápido. Más allá
del parecido físico, no soy como el Richard de Lost a quien el paso del tiempo
no lo afecta, todo lo contrario, cuando miro hacia atrás siento que todo pasó
mucho antes de lo que realmente sucedió. Todavía no tengo ni tres semanas en
Europa pero para mis sentidos estuve acá hace un año. Siento que a todos
ustedes que leen los ví por última vez hace años y esta sensación desaparece en
el momento exacto que los veo de nuevo, siendo reemplazado por un sentimiento
de “nunca me fui”.
Se que este divague no les interesa a todos los lectores. A ellos los
invito a avanzar rápidamente un par de párrafos para continuar con las
experiencias que viví en Madrid. Para el resto que quiere continuar leyendo les
comento que todo eso que relataba en el primer post del año 2012, hace 2
semanas, se mantiene exactamente igual. Desgraciadamente no encontré la
motivación para seguir adelante. En pocos días llegué a revivir unas cuantas
experiencias negativas que me desmotivaban desde un principio a las cuales se
agregaron unas nuevas. Además, este paso acelerado del tiempo me hace sentir
que estoy siendo aquejado por meses enteros y no días.
Estoy convencido de que esto es una señal para poner en la balanza todo lo vivido hasta el momento y reconsiderar dónde quiero estar, que quiero hacer y con quién compartir mi “tiempo”. Aunque la decisión afecte solo al corto plazo. Creo que lo más importante es hacer lo que uno quiere y estar donde uno se siente más cómodo y querido. Eso no significa que volveré a Buenos Aires la semana que viene, pero definitivamente no será en diciembre. En fin, el argento ahora está en Europa y de momento está disfrutando al máximo. Ahora sí, lo que me quedó colgado sobre la capital española.
Estoy convencido de que esto es una señal para poner en la balanza todo lo vivido hasta el momento y reconsiderar dónde quiero estar, que quiero hacer y con quién compartir mi “tiempo”. Aunque la decisión afecte solo al corto plazo. Creo que lo más importante es hacer lo que uno quiere y estar donde uno se siente más cómodo y querido. Eso no significa que volveré a Buenos Aires la semana que viene, pero definitivamente no será en diciembre. En fin, el argento ahora está en Europa y de momento está disfrutando al máximo. Ahora sí, lo que me quedó colgado sobre la capital española.
Empecé mi recorrida en la Plaza España en la que se erige un monumento a
Cervantes y hay una fuente bastante decente para hacer unas buenas fotos. Fue
mi primer contacto con la parte turística de Madrid y me llamó la atención la
cantidad de turistas, más que nada para ser febrero. Había una pequeña feria
con productos españoles a precios absolutamente turísticos y también muchas
baratijas chinas, también a precios bastante inflados. El aroma de la plaza era
sugerente. Olor a asado argento. Mi olfato me dirigió a la mega parrilla que
pueden ver en la foto, pero no caí en la tentación y decidí guardar mi apetito
para probar las típicas comidas españolas de varios pasos.
Caminé hacia el sur, pasé frente al Palacio Real y doblé a la izquierda
en la calle mayor, en dirección a la Plaza Mayor. Pero antes de llegar el
hambre pudo más, así que me metí en uno de los miles de callejones y caí en un
barcito para nada turístico que ofrecía un menú de dos platos por €8.50. Me
senté en la mesa del fondo y el mozo se acerca con un anotador. Me empieza a
relatar a toda velocidad el menú del que sólo entendí y retuve en la mente las
últimas opciones. Primer plato “patatas con costilla” y segundo plato
“albóndigas con salsa”. Mientras movía mi cuerpo intentando hacer algo de
espacio para lo que vendría, el mozo me revolea un cacho de pan (primera foto).
Al cabo de pocos minutos llega el primer plato (segunda foto). Como
pueden ver ni siquiera pellizqué el pan, más que nada porque sonó como una
piedra al caer sobre la mesa. El plato no presentó mucha dificultad, pero al
finalizar admito que me sentía satisfecho. Cuando liquidé la última patata el
mozo se apresuró en retirar el plato y presentarme, ahora sí, con el desafío de
la tarde (tercera foto).
No voy a relatar en detalle la batalla, sino el post
se haría eterno, me voy a remitir a comentar que cuando me ofrecieron el postre
miré al gallego asustado y le dije “no no, solo un café por favor…y chico"
El almuerzo me dio fuerzas suficientes para recorrer el resto de Madrid
de un tirón. Llegué a la Plaza Mayor, uno de los lugares más importantes de
Madrid. En éste lugar pasó de todo: hubieron mercados, corridas de toros,
ejecuciones públicas, la gente se reunía porque sí, en fin…hoy en día se venden
todo tipo de artículos relacionados con la cultura española, hay muchísimos
bares y restaurantes (carísimos, por supuesto), artistas callejeros y pungas.
Es un muy buen lugar para hacer fotos y videos:
Antes de llegar, les recomiendo darse una vuelta por el mercado San
Miguel. Es chiquito y está armado más que nada para turistas, pero tiene una
onda muy palermosa, lleno de comidas y bebidas típicas españolas y está muy
bueno para dar una vuelta por lo menos (como hice yo) o si van con más gente y
encuentran un lugar par sentarse, pueden comer algo (pero de nuevo, los precios
son bastante exagerados).
La recorrida sigue por calle mayor hasta llegar a
la Puerta del Sol. Se llama así porque en una época estuvo ahí una de las
puertas de la muralla que rodeaba la antigua ciudad de Madrid. En este lugar se
encuentra el reloj con el que los españoles se guían en la cuenta regresiva de
año nuevo, está la conocida estatua del oso con el árbol de Madroño (también
presente en el escudo de España), es el kilómetro 0 de las rutas españolas y está
lleno de estaciones de metro y trenes. Es hoy en día un lugar de encuentro, ya
que está ahí no más de una zona de bares bastante interesante.
Si siguen caminando en la misma dirección van a llegar al parque del buen retiro. Fue creado como un parque real y hoy en día es un parque público, creo que el más grande de Madrid. Tiene varias esculturas, entre ellas la del ángel caído y la casa de cristal, donde se muestran distintos tipos de exhibiciones. No soy un entendido de arquitectura pero en algún lado decía que esta casa de cristal era sumamente interesante porque fue la primera en ser construida con éste estilo. Si uds entienden…me avisan. Lo más lindo del parquecito es su lago, donde pueden alquilar botecitos y pasear toda la tarde remando un poco. Eso si, ojo con las fuentes porque tiran agua bastante lejos y vi a más de uno al que se le inundó la canoa cuando se acercó demasiado a las fuentes. Además, no se porqué, pero aparentemente en éste país, la tradición es que remen las mujeres, mientras los hombres se rascan el higo, como podrán ver en el siguiente video:
Madrid es enorme y tiene miles de secretos en cada
rincón. Desgraciadamente yo no conocí nada. No les voy a mentir diciéndoles que
soy el gran conocedor, tuve una idea muy general pero me faltó caminar
muchísimo. Ya volveré en algún momento, quizás con algún otro argento para
hacer más ameno el viaje, porque viajar es genial, pero compartirlo con alguien
más le da un gusto totalmente diferente.
Aldous Huxley está haciendo mella en tu psiquis... jeje.
ResponderEliminarJajaja, si! Y vos sos la culpable, pero si lo ves de otra forma...la más beneficiada ;)
Eliminar(-: A Madrid siempre hay q volver! Es definitivamente una ciudad q no te muestra sus secretos fácilmente....
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