(Noviembre de 2011) “Pablo, se me ocurrió una idea
genial!!! Los españoles tienen una promo para ir desde Barcelona hasta el Valle
de Nuria ida y vuelta por solo 31 euros. Nos sacamos un hostelcito por allá y
nos vamos a pasear por el pueblito”. Esas fueron las palabras de Seba, mi amigo
Argento que vive en Barcelona desde hace más de 10 años. Eso me lo dijo hace
unos 4 meses, cuando por mi cabeza pasaban 800 cosas menos lo que iba a hacer
en Barcelona, pero como confío en su espíritu aventurero le dije “Vos dale para
adelante, reservá todo, y allá vemos los detalles”.
Finalmente el día llego. Era una fría mañana de
comienzos de marzo. No llegaban a ser las 7 de la mañana, por lo que el sol
todavía ni se asomaba y teníamos que acelerar el paso cada vez más para generar
calor. Llegamos a la estación de tren, compramos el famoso billete de promoción
en unas máquinas expendedoras y bajamos al andén. El viaje en tren sería de una
hora y media hasta una estación en el medio de la nada, y desde allí tomaríamos
otro tren “cremallera” que nos dejaría en nuestro destino final, el Valle de
Nuria, a 1900 metros de altura.
El primer tren no era nada del otro mundo. Por
supuesto que no era como viajar en el Sarmiento pero cuando uno habla de los
“trenes de Europa” nos imaginamos (o por lo menos yo imagino) trenes super
futuristas, que van a 700 km por hora, con Wi-Fi de ultra mega alta velocidad, donde
podés cargar tu computadora personal, también, ¿porque no? un mozo vestido de
frac que nos ofrece bebidas calientes complementarias y masitas secas. Bueno, esos
trenes, por lo menos en España son los menos. Hay uno que une Madrid y
Barcelona (sin mozo), quizás hayan más, pero este era más bien medio pelo.
Más o menos transcurrida la hora de viaje, mi amigo
y yo estábamos ya bien despiertos hablando de boludeces (¿que otra cosa vamos a
estar hablando?) con nuestro acento Argento-Rioplatense que, como veníamos
hablando a los gritos, se escuchaban desde el otro vagón. En eso, dos flaquitos
se nos ponen al lado y nos miran. Nosotros seguimos con lo nuestro cuando de
repente el más petiso de los dos se nos acerca en forma acelerada, pela una
chapa a lo CHiPs y dice “Policía, documentos”. Epa…
Jamás saco el pasaporte de mi hostel, mucho menos
para viajar en tren dentro del mismo país. Solamente lo uso cuando voy a volar
y no tengo ningún otro documento europeo que demuestre que no soy un ilegal que
entró en un cargamento de bananas. Por suerte ese día tenía el pasaporte
encima. Mi amigo le da su ID y yo el pasaporte. El rati lo mira, recorre todas
las páginas, vuelve a mirar la foto, me mira, recorre las páginas nuevamente,
se fija cada uno de los sellos que tengo y me pregunta “¿Esto es lo único que tienes?”
a lo que le contesto “¿Debería necesitar algo más?”. Como aprendimos en el programa
del Chavo, no se debe responder a una pregunta con otra pregunta, pero el poli
insistió “¿Hace cuánto que están en España?”.
Le respondimos y le pasa mi pasaporte al otro
muchacho que estaba atrás observando la situación. De nuevo recorre todas las
páginas del pasaporte y se comunica con alguien por radio y empieza a pasar mis
datos: “Charlie, Oscar, Lima, Alpha…..”. “Mmmmm esto no tiene buena pinta”
pensaba yo. Ya me imaginaba la humillación de salir esposado del tren,
solamente por haber hablado con mi acento Argento, me imaginaba a mi pobre
mochila azul, sola, tirada en algún rincón de una comisaría catalana
extrañándome. Imaginaba como se reirían todos ustedes al escuchar la historia.
En fin, nada pasó, nos devolvieron los documentos y los muchachos siguieron su
camino.
Llegamos a nuestra estación. Si por la mañana
habíamos sentido frío, esto era freezer. A los 5 minutos ya extrañaba el clima
mediterráneo. Tuvimos que esperar una media hora hasta la partida de nuestro
tren de cremallera. Más de ustedes se preguntarán ¿Qué carajos es un tren de
cremallera? Bueno, la respuesta ya la deben saber, pero quizás no con ese
nombre específico. Es un tipo de tren que además de tener las 2 vías, tiene una
cremallera con un engranaje en el medio que le permite “trepar” la montaña y no
resbalarse en el intento. Este tren trepaba unos 1000 metros, desde los 900
sobre el nivel del mar hasta los 1900. (más info en http://es.wikipedia.org/wiki/Ferrocarril_de_cremallera).
Al llegar a nuestro destino nos dimos cuenta que
deberíamos haber hecho un poco más de investigación al decidir ir a este lugar.
Por lo menos para elegir mejor nuestra ropa y llevar algo más adecuado. No
había ningún pueblito en las montañas, ni bosques para caminar ni ríos ni
animales silvestres. Nos encontramos en el medio de un centro de esquí (el
centro, Valle de Nuria, por supuesto) donde lo único que se podía hacer en ésta
época del año, era esquiar. Nuestro amigo Google nos habría hecho las cosas mucho
más fáciles, pero decidimos lanzarnos a la aventura y ésta vez no nos salió del
todo bien.
Para llegar al albergue que habíamos reservado era
necesario subir con una telecabina que hacía su último ascenso a las 17:30 por
lo que a partir de esa hora éramos presos en ésta pequeña cabaña en el medio de
las montañas. El primer día hicimos poco y nada. Dimos un par de vueltas,
dormimos unas siestas para cargar las pilas y salimos a ver si había más gente
por ahí. Nuestros compañeros de aventuras eran unos pendejos de entre 8 y 10
años. Debía haber más o menos 70 pero hacían ruido como si fueran 150. Cuando
la noche cayó se me venían flashes de la película “El Resplandor” e imaginaba a
un loco con un hacha persiguiéndolos. Comimos una cena más o menos decente y
como buenos chicos que somos, a las 11 pm ya estábamos en la cama.
Como ya detallé, la única actividad que se podía
hacer era esquiar, por lo que al día siguiente alquilé equipos, compré el
forfait y me lancé a las pistas. Cabe destacar que yo no tenía idea de que
estaba yendo a un centro de esquí, ni siquiera sabía que iba a caminar todo el
día en la nieve y en el hielo por lo que no tenía ni la mitad de la ropa que
hubiera necesitado. Mi campera de esquí estaba en Hungría. Mis pantalones de
esquí en Argentina. Pero un Argento por Europa se la rebusca, si no hay medias
térmicas te pones 2 pares de las normales. Si vas a esquiar en jean, procurá no
caerte y listo (para no mojarte y congelarte). Si no tenés cuellito….bueno,
preparate para estar refriado al día siguiente, pero hay que dejar de
mariconear y animarse a más.
Comencé a calentar las piernas en la pista de
principiantes, como pueden ver en el video y si bien al empezar el día pensé en
no hacer pistas rojas para evitar lesiones, a la media hora ya estaba aburrido
del poma y de bajar en 10 segundos, así que me acerqué a la aerosilla que
llevaba hasta la cima. La telesilla estaba parada. Miro a la cabina y sale el
viejo que la operaba. Se saca las lagañas, me saluda y le pregunto “¿Está
andando?”. “Si no hay nadie, no la prendo….”, me contesta. “¿Por mi la
enciende?”. Me miró de arriba abajo y sin parecer muy convencido me dice: “Mira
que está fresco arriba, te vas a cagar de frío. Además está todo lleno de hielo
y hay 2 máquinas pisa nieve rotas. Si quieres sube, pero avísame cuando bajas
así se que no te tenemos que ir a buscar…”.
Le sonreí y me subí a la silla. No se si me tiró
todo ese sermón porque no quería encender la silla o si realmente estaba tan
complicado. Arranca la máquina y me grita “¡¡¡Ten cuidado arriba tío!!!”.
Pffff. Ayer me querían deportar y hoy me quieren mandar de vuelta a Argentina
en un cajón. Tenía razón con lo del frío y el hielo, pero no era nada del otro
mundo, simplemente seguía su instinto de evitar trabajar (cuando lo único que
tiene que hacer es mover una palanca para accionar la silla). Una vez arriba,
después de pasar la parte más complicada llena de hielo y árboles, llegué a
donde se dividían los caminos para ir a las distintas pistas. El flaquito me
dijo que tomara la pista 6, porque en las otras estaban las máquinas varadas.
Saque el mapa de mi bolsillo y cuando lo desplegué, el viento no me dio ni un
segundo para ver cual era la pista 6. El mapa fue arrancado de mis manos y solo
me quedó un pedacito de la esquina superior izquierda, justamente desde donde
sostenía el papel. Ups….
La experiencia estuvo bastante buena pero mi falta
de equipo se hizo sentir y no podía hacer más de dos subidas y bajadas sin
parar un rato dentro de un refugio para no congelarme. Hasta que el frío y el
hecho de que mi amigo no esquiaba y se estaba embolando me llevaron a devolver
los equipos y regresar a Barcelona por la tarde, deshaciendo el mismo camino
que hicimos. Valió la pena haber esquiado en los Pirineos por primera vez, más
que nada sin tener ninguna expectativa de ello al salir el día anterior. Nunca
está de más hacer un poco de ejercicio y sumar un par de kilómetros de pistas
esquiadas. Pero por más bueno que está tirarse a la pileta así de una, primero
hay que cerciorarse de que tenga agua.
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